¿Cómo se estudiaba en el s.XIX?


La universidad, una institución de origen medieval, se transformó profundamente a lo largo del siglo XIX. A su finalidad eminentemente educativa, se añadió la dimensión de investigación y servicio al Estado. La Universidad de Berlín, fundada en 1810, ejemplifica bien estos cambios, como los ejemplificarán también las grandes écoles francesas.


El laboratorio de química creado por Justus von Liebig la Giessen en 1826 constituye uno de los primeros ejemplos de las nuevas formas de organización de la enseñanza y la investigación. El historiador Jack Morrell la ha descrito como una "Fábrica de conocimiento" (knowledge factory): el director asignaba los temas de investigación, controlaba las técnicas y los instrumentos del laboratorio, supervisaba la publicación de resultados en revistas especializadas, y se ocupaba que sus discípulos encontraran un puesto de trabajo adecuado a la universidad, la industria o el gobierno. En él estudiaron químicos tan importantes como A.W. Hofmann, Fresenius, Pettenkofer, Kopp, Fehling, Erlenmeyer, Kekulé, Wurtz, Regnault, Gerhardt, Williamson, O. Wolcott Gibbs, entre otros. También estudió con Liebig el español Ramón Torres Muñoz de Luna (1822−1890) que tradujo al castellano algunas obras del químico alemán.

Una de las contribuciones de Liebig en el campo de la química orgánica nacida en éste laboratorio, fue el desarrollo de métodos de análisis más precisos y seguros para determinar carbono e hidrógeno en sustancias orgánicas. El procedimiento está basado en la propiedad del óxido cúprico de oxidar las sustancias orgánicas que con él se calientan para transformarlas en dióxido de carbono y agua. La sustancia que se desea analizar se deseca y pulveriza, se mezcla con el óxido de cobre y se calienta en el tubo de combustión hasta que se produce la combustión. El agua producida se recoge en tubos que contienen cloruro cálcico, mientras que el dióxido de carbono se recoge en el aparato de la siguiente ilustración, el cual contiene hidróxido de potasio.